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Parajes como los Baños de Urquízar, con el agua siempre a 25 grados, dejan impresionado al visitante.


En un entorno precioso, rodeado de almendros, con una luminosidad especial, vecinos muy acogedores y un microclima que nos permite el lujo de echarnos una rebeca encima en pleno mes de agosto, Dúrcal, a menos de media hora de la costa, en pleno espacio natural de Sierra Nevada, cuenta con unos enclaves especiales que lo hacen muy atractivo para los amantes de la naturaleza. Y si nos movemos por el Valle de Lecrín y le añadimos el aroma a naranjos y limones el disfrute ya es total.

Con su cálida voz de locutora, Laura Fernández nos ha trasladado algunos de los muchos atractivos que nos podemos encontrar si nos acercamos al pueblo o nos adentramos por los paisajes del valle y de las estribaciones de la Sierra, donde el río se lleva buena parte del protagonismo. A su amor encontramos los Baños de Urquízar, con agua mineral a temperatura constante de 25 grados, y propiedades que ayudan al riñón y a la piel según quien los ha probado. Amén de una cascada impresionante en el lugar

Las rutas senderistas son muy llamativas por toda la zona. La directora de Radio Dúrcal hace referencia a la ‘Ruta de Nico Molina’, «que nos lleva a paisajes inimaginables». También se puede subir a la sierra, que está ahí al lado.

Y si nos gustan los puentes aquí tenemos un filón, porque Dúrcal es el pueblo de los puentes. ES lógico, teniendo en cuenta que es un lugar de paso entre Granada, la Alpujarra y la Costa y el río había que atravesarlo. Quién no recuerda el famoso puente de hierro, por el que en tiempos el tranvía unía Dúrcal con la capital, construido por un discípulo de Eiffel. O el puente romano, que ya nos recuerda Laura que no es de esa época, sino posterior, pro igualmente bello de transitar

Dúrcal y el Valle ofrecen una variada gastronomía. Hay restaurantes y lugares de comida, en muchos de los cuales se puede pernoctar como corresponde a un destino de turismo rural, donde podemos degustar el remojón, esa ensalada fría a partir de las naranjas que por allí se dan, que ya se ha convertido en obligado durante todo el año. O las patatas de matanza, con su pimentón dulce.

Si nos interesan los monumentos, la iglesia de Dúrcal data del siglo XVI. Y luego está la ermita de San Blas, de donde el patrón sale cada año el 3 de febrero acompañado de las ‘mandas’ de los vecinos en forma de cohetes y fuegos artificiales.

Hay otras fiestas a finales de agosto, las de San Ramón, fecha en la que la población y los visitantes que llegan por cientos se echan a la calle durante los cinco días que duran. Por cierto, no se olviden, si van, de llevarse una chaquetita, que el 31 de agosto por la noche suele hacer fresquito, algo que se agradece en los veranos calurosos de nuestra provincia.