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Juan Villaescusa publica un libro sobre el Padre Lorenzo, salobreñero fusilado en la Guerra Civil

· Este sacerdote fue beatificado en 2019 y esta tarde se debate en pleno una moción para dedicarle una calle

Juan Villaescusa. // Archivo

El salobreñero Juan Villaescusa Gutiérrez publicó recientemente el libro ‘Tu gracia vale más que una vida’, dedicado al beato Lorenzo Juan Palomino Villaescusa, mártir de Salobreña. De hecho, esta tarde se debate en pleno una moción del grupo Mas Costa Tropical para dedicar una calle a este sacerdote.

Teniendo en cuenta que la historia de Lorenzo Juan Palomino está vinculada a la Guerra Civil, el autor de este libro reconoce que su figura puede generar controversia, por lo que ha intentado escribirla “sin ningún color político”, y señalando que “la historia es la que es”.

Palomino nació en Salobreña el 26 de agosto de 1867. Se ordenó tarde como sacerdote, a los 27 años, y fue párroco en Salobreña, su localidad natal. Desde 1903 a 1918 fue misionero en las provincias argentinas de Córdoba y Tucumán, donde “fue muy querido y un ejemplo a tener en cuenta”, según explica Juan Villaescusa, y añade que durante una visita a Salobreña en 1915 creó la Asociación Católica Obrera, primer sindicato obrero del municipio.

Tras regresar definitivamente de Argentina fue coadjutor y encargado de Lobres, donde siempre dio ayuda y amparo a los pobres. Tras varias detenciones, multas y apercibimientos, fue condenado al pelotón de fusilamiento, por el que pasó en la madrugada del 9 al 10 de agosto de 1936. Estaba junto a su primo, y pidió que se lo matara a él en lugar de a su pariente que era padre de familia.

A finales de 2019 el Vaticano anunció la promulgación del decreto de beatificación de 16 religiosos granadinos considerados mártires de la persecución religiosa en España durante la Guerra Civil. Entre ellos se encontraba Lorenzo Palomino Villaescusa, junto a otros tres de la Costa Tropical: Manuel Vázquez Alfalla de Motril, Ramón Cervilla Luis de Almuñécar y Juan Bazaga Palacios de La Herradura. Al ser reconocidos como mártires, estos religiosos no han necesitado ningún milagro para ser beatificados, sino el parecer favorable de los miembros de esta Congregación.